Juana Bacallao o Juana la Cubana, la Diosa Negra, la reina de los cabarets de Cuba, la última reina del desenfreno, ícono de la cultura popular cubana, una mujer bravísima, que enfrentó todo tipo de discriminaciones y menosprecios hasta el día de su funeral. Una mujer y una artista que aún cuando puso el nombre de Cuba en todo lo alto, que aún cuando compartió escenario con los mejores artistas de su época no tuvo el reconocimiento que se merecía en su país natal, vetada en las casas discográficas, en la televisión y en la radio durante años.
Su carrera artística sostenida, su trabajo duro, la convirtió en diva tardíamente, cuando ya Juana era muy mayor y cuando las conveniencias y los cambios de los tiempos no podían seguirla ocultando, cuando aquello que llamaban excentricidad y chabacanería se normalizó y entonces se reconoció parte de la cultura popular cubana. Entonces Juana entraría en la televisión, se acordarían de ella más o menos, pero ya era tarde porque Juana era una anciana y no pudo sacarle todo el jugo a su nueva condición.
Con ninguna formación musical, una mujer de familia modesta enfrentó todos los prejuicios posibles de su época, para algunos muy chusma, fea y para colmo negra, pero como ella misma decía: no es fácil llenar un cabaret aunque esté lloviendo y Juana lo llenaba. El Gato Tuerto en la esquina de las calles O y 19, en La Habana, lo sabe muy bien porque hasta allí fue a verla incluso la Beyoncé en 2013.
Juana era excéntrica si, se le podía ver por las calles del Vedado con sus pelucas, sus lentejuelas y sus guantes, con su paso lento y su cara muy maquillada la recibían por allá por los años 90 en el restaurante Varsovia, en la esquina de 12 y 17. Juana se daba sus tragos, conversaba un rato y como mismo había entrado, con su delicadeza particular, así mismo se iba de vuelta a su casa, siempre amable, siempre paciente con los que se le acercaban a saludar. Nunca se le vio alzar la voz, nunca se le vio con un comportamiento fuera de lugar, simplemente Juana o Neris Amelia crearon un personaje, un estilo que dio visibilidad a lo que fueron muchas mujeres negras cubanas nacidas en el siglo XX.
Huérfana desde niña, tuvo que pasar su niñez en un colegio de monjas, y luego se ganó la vida con los oficios más humildes. Se inicia en la vida artística en los años 40, en la revista musical El milagro de Oshún que se presentaba en el Teatro Martí. Obdulio Morales, su autor, la descubrió cantando mientras limpiaba unas escaleras en Centro Habana y le ofreció el nombre artístico y la estampa de la que ya no podría separarse ni dejar de cantar: Yo soy Juana Bacallao. En ese elenco Juana compartiría escena con Carlos Pous, Candita Quintana y Rita Montaner. Más tarde Juana también actuaría en la revista musical Bernabé, junto a Benny Moré, Celeste Mendoza y Miguelito Valdés.
Juana pasaría por el Teatro Campoamor, el Aires Libres de Prado, el cabaret Sans-Soucí, por Tropicana, el Copa Room, del Hotel Habana Riviera, el Salón Rojo, del Hotel Capri, el cabaret Parisién, del Hotel Nacional, el Ali Bar o el Palermo. En el Salón Rojo, del Hotel Capri, se consagraría con la revista musical La Caperucita se divierte, estrenada en 1962, un éxito sonado que aún recuerdan sus espectadores como uno de los mitos de La Habana.
Juana compartiría escenario además con Libertad Lamarque, Blanquita Amaro, Rafaela Carrá, Bola de Nieve, Tata Güines, Elena Burke, Los Papines, la orquesta Aragón, Tongolele, Celia Cruz, Pepé Delgado, entre muchos otros. En 1987, con Joaquín Betancourt como director musical, formaría parte del elenco del cabaret Tropicana en su primera presentación en Estados Unidos y también viajaría por México, Francia, República Dominicana, Italia, Colombia o Venezuela.
En sus presentaciones Juana dominó la guaracha, la actuación y esa lírica desenfadada de doble sentido (el cubaneo), supo engarzar como nadie risas, baile y canto con el dicharacho popular cubano, como ella dijera de si misma: feíta, pero refrescante se mantuvo durante años en la preferencia del público de los centros nocturnos habaneros, convirtiéndose en uno de los principales referentes.
Juana aparece en las películas Mulata y Yamba-O junto a Ninón Sevilla, Arturo de Córdova y Celina y Reutilio. En París actuaría en la Ópera Cómica, en Naciones Unidas estaría junto a Omara Portuondo y Argelia Fragoso, conoció a Tina Turner y a Nelson Ned con quién compartió escena e incluso según dijera a Michael Jackson.
Con su grupo Tiembla Tierra (no podía tener otro nombre), dirigido por Armando Guerra Sarduy, la Bacallao siguió dando jan, se presentó en aquel memorable programa de la televisión cubana: Contacto con su anfitriona Hilda Rabilero. Su regreso desde aquella última vez en 1959 y que repetiría en un pequeño documental dedicado en 1989, dirigido por Miriam Talavera, y alguna entrevista más. No hay discos de Juana Bacallao, casi nada de material gráfico porque ella no encajaba en los cánones de quienes tomaban estas decisiones.
Por eso mismo tanta fábula se recoge alrededor de ella, tantas historias que nunca sabremos si fueron reales o no, porque ella las contaba según le diera su gana, un día decía una cosa y al siguiente otra totalmente distinta, y así nos daba la vuelta a todos, sobre todo a esa dirigencia que la miraba con recelo e incluso con envidia porque no podían controlar a esta mujer irreverente.
En palabras de Norge Espinosa Mendoza: fue una guerrera que defendió con todo lo que tuviera a mano lo que ella representaba, una reina del desenfreno que tuvo su propio himno de batalla, ese: ¡Ataca, yénica! que desencadenaba el torbellino que cada noche reinventaba, en su voz y su figura, el tema musical que se disponía a interpretarnos.
Con más de 80 años de carrera artística Juana Bacallao fallecería en La Habana a los 98 años.