Manuel Saumell considerado padre de la contradanza, de los contradancistas cubanos primeros, de sólida formación profesional, que junto a Brindis de Salas o Ulpiano Estrada fueron creadores y compositores de numerosas danzas y contradanzas. Saumell se destaca en la historia musical cubana no sólo por su labor como creador, sino además por su amplia actividad como intérprete, profesor y arreglista.
Proveniente de una familia humilde, tuvo que dar sus primeros pasos en la música de forma autodidacta, pero eso no le impidió comenzar a componer a los 15 o 16 años. Su vocación estuvo estimulada por el músico y maestro Louis Moreau Gotsacchalk (pianista estadounidense), a quien conoció y admiró durante toda su vida.
En sus años de estudiante fue alumno de Juan Federico Edelman (pianista francés) y posteriormente, de Maurice Pyke quien le enseñó instrumentación, contrapunto, armonía y fuga. Estos conocimientos fueron la esencia de la marca que dejaría Saumell en la música cubana. Así, el músico logró un perfecto equilibro entre la tradición clásica europea y su propia nacionalidad.
Saumell tocaría el piano en numerosas iglesias habaneras, organizaría reuniones musicales, instrumentó, hizo arreglos y ofreció clases a la más joven generación de músicos cubanos de su tiempo. Fue presidente de la Sección de Música de la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia, y trabajó con Ramón Pintó y el pianista José Miró, en la fundación del Liceo Artístico y Literario de La Habana, de la cual también fue presidente de su Sección de Música, y con él colaboró Tomás Buelta y Flores. Fue miembro de la Academia Filarmónica de Santa Cristina, cuyo fundador fue el compositor Antonio Raffelin.
Las contradanzas de Manuel Saumell están escritas con gusto y moderación. Su severa economía de recursos utilizada en ellas contrasta claramente con el estilo llamativo y el virtuosismo de moda entre muchos de sus contemporáneos. No obstante la sencillez de la escritura pianística de Saumell desplegó una enorme variedad dentro de la estructura limitante de la forma de la contradanza, cada una de las cuarenta y cinco disponibles de Saumell no tiene rival melódica ni rítmicamente.
Saumell aporta el rasgo criollo que lo ha hecho célebre y lo logra mediante el empleo de las figuras rítmicas básicas que desde entonces han sido características de la música cubana y de la danza (habanera, tresillo, cinquillo), y también mediante la amplia variedad de sutileza de las combinaciones rítmicas que exigen habilidad por su parte como intérprete.
Un estudio de la obra de este compositor permitiría descubrir que en las contradanzas de Saumell, se encuentran ya fijados, antes de haber transcurrido la primera mitad del siglo XIX, los perfiles y giros que dieron cuerpo, bajo diversos nombres y paternidades más o menos contestadas, al conjunto de patrones que alimentaría la cubanidad de un amplísimo caudal de música producida en la isla.
Manuel Saumell llevaría una vida muy agitada, sufrió privaciones por su condición socioeconómica, por lo que fue un gran trabajador, muy sensible y exigente consigo mismo para alcanzar sus propósitos. La muerte lo alcanzó a los 53 años a pesar de estar en plenitud de facultades.
Obras
- Contradanza: Ayes del alma, Dice que no, El abrazo, El aplauso, El bazar, El cataclismo, El disimulo, El huracán, El jigote de Trinita, El pañuelo de Pepa, El somatén, La a´mitié, La asesora, Las bodas, La Caridad, La Celestina, La cuelga, La dengosa, La elegante, La Fénix, La Gassier, La gota de agua, La Josefina, La linda, La María, La Matilde, La nené, La niña bonita, La paila, La pendencia, La piñata habanera, Las quejas, La quejosita, La siempreviva, La suavecita, La Tedezco, La Territorial, La veleta, La virtuosa, La Yrenita, Lamentos de amor, Los chismes de Guanabacoa, Los ojos de Pepa, Luisina, ¿Pero por qué?, Recuerdos tristes, Saludo a Cuba, Soledad, Sopla que quema, Suelta el cuero, ¡Toma, Tomás!, Tu sonrisa.
- Diversas combinaciones vocal e instrumental: Melopea, Concerto, para cello y piano, Plegaria, para soprano y órgano, Idilio, para violín, piano y cello, Ave María, para voz y orquesta, Fantasía y variación, Flores de Cuba.