La botija no es un instrumento musical originalmente pero la botija o botijuela se convierte en un instrumento de viento, para su ejecución se utiliza una técnica similar a la de la trompa o corno francés. Consiste en una vasija de barro en la que venía envasado el aceite procedente de España.
Las botijas estaban perforadas por un costado, al interpretar una pieza musical se le echaba agua dentro; el ejecutante (botijero) soplaba por la salida del costado y con la mano controlaba la salida del aire por el cuello o boca de la vasija. Según la fuerza del aire y la utilización de los dedos se lograba el sonido y tonalidad deseados.
Laureano Fuentes Matons refiere sobre la botija, en el carnaval santiaguero en 1952: dos o tres botijas perforadas en el centro que con el aire de los labios producían el efecto de veinte contrabajos, era todo el acompañamiento de la letrilla, que con su música original y caprichosa entonaban a unísono ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¿quién me llevará? / Ahí va, ahí va, ahí va la Lola, ahí vaaa..
A principios del siglo XX la botija pasó a formar parte, como la marímbula, de los grupos de son perfilando una sonoridad más grave, desempeñando la función de bajo en los antiguos conjuntos de son. La botija también se empleó en el acompañamiento del punto cubano, del zapateo cubano y en los bembés de Santiago de Cuba.
El septeto La Botija en Santiago de Cuba es un grupo que emplea la botija, la quijada (de caballo preferentemente) y los timbales criollos además de clarinete, tres y guitarra. Eliades Ochoa también la utiliza en algunas de sus grabaciones.